lunes, 13 de febrero de 2012

El convento de San Francisco de Borja



            De los cuatro conventos de religiosos que existieron en nuestra ciudad hasta la Desamortización, el más antiguo fue el de San Francisco. Sin embargo, no conocemos la fecha de su fundación ni la historia de sus primeros años. Sabemos, únicamente, que el 14 de febrero de 1328, Alfonso IV concedió la cuarta parte de las primicias de Borja para su fábrica. Es posible que se estuviera edificando en esos momentos.
            Se encontraba ubicado en el lugar donde, en la actualidad, se encuentra la fábrica de colas y gelatinas que, por entonces, era un lugar bastante alejado del casco urbano que terminaba entre la plaza del Olmo y la de las Canales.



Sello seco del antiguo convento

            Más tarde, la población creció hasta la plaza de San Francisco, aunque el convento siempre quedó extramuros. Junto a él se levantó, a comienzos del siglo XVII el de Santa Clara. Ambos monasterios de la orden franciscana, estaba separados por el espacio en el que, ahora, discurre la carretera al Santuario de Misericordia que, por este motivo era conocido popularmente como “entre monjas y frailes”.



Retablo mayor del convento de San Francisco, ahora en Santa Clara

            El convento de San Francisco fue el único masculino que existió durante cerca de 300 años, pues el siguiente, que fue el de agustinos recoletos, no se fundó hasta 1602. Era también el más importante, tanto por el número de frailes con que contaba como por la estima que siempre dispensaron a su comunidad los borjanos. Muchos de ellos lo eligieron como lugar de enterramiento. A finales del siglo XVIII, superaban, con creces, a los que lo hacían en Santa María, 700 en San Francisco frente a unos 400 en Santa María. Por otra parte, la iglesia era el escenario de las principales celebraciones litúrgicas a las que acudía la ciudad, cuando la corporación municipal dejaba de hacerlo en la colegiata, por discrepancias con su cabildo.
            Desde 1757, disponía de una iglesia renovada que vino a sustituir a la antigua. En ambas, y en los claustros, existieron capillas de fundación particular con el fin de servir de sepultura a las más importantes familias de la ciudad.
            Como el resto de conventos masculinos, fue desamortizado en 1835. En esos momentos había la comunidad estaba integrada por 17 sacerdotes, 8 coristas y 5 legos.



Lienzo de San Salvador de Horta, ahora en Santa Clara

            De allí salió la única obra de arte requisada por el Estado, la magnífica custodia de oro, guarnecida con diamantes, esmeraldas, rubíes y topacios, hasta un total de 450 piedras preciosas que, en 1719, había donado fray Manuel de Mimbela, antiguo fraile del convento y, posteriormente, obispo de Guadalajara (México). La custodia, tras ser inventariada por el Juez de Tarazona, fue entregada al Administrador de los Bienes Nacionales, Sr. Ochoteco, sin que se haya llegado a conocer su destino final.
            Curiosamente, este convento fue el único que pudo ser vendido. Hay que tener en cuenta que existía pena de excomunión para todos los que adquiriesen bienes desamortizados. El convento lo compró un ciudadano francés para dedicarlo a almacén de vino. Posteriormente, fue destinado a otros usos, hasta que se instaló allí la actual fábrica.
            Es poco conocido el hecho de que una parte del convento se conserva todavía. De hecho, en el Plan General de Ordenación Urbana, se incluye entre los elementos a proteger, dentro del segundo nivel establecido los “restos del convento de San Francisco”.




            En una antigua fotografía, realizada con ocasión de la feria de ganado que tenía lugar en la plaza de San Francisco, se observa al fondo el edificio de la fábrica en el que, todavía, se advierte la puerta de acceso.





            También se pueden ver, todavía, los antiguos aleros en algunas de las construcciones fabriles. Lamentablemente, muchas de esos restos van desapareciendo, poco a poco.
            Pero, del patrimonio artístico del convento se conservan muchas obras de Arte en otros lugares. Así, por ejemplo, el retablo mayor de su iglesia está en el convento de Santa Clara, donde también se guardan lienzos importantes, al igual que en Santa María. En la colegiata hay, asimismo, libros procedentes de la biblioteca del convento.


Otras obras conservadas en Santa Clara

            Finalmente, la huella franciscana ha perdurado en numerosas tradiciones que tuvieron su origen en la actividad pastoral de unos religiosos que estuvieron en nuestra ciudad durante más de 500 años.

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