viernes, 8 de marzo de 2013

El convento de la Concepción de Borja I



            Aprovechando las excelentes fotografías realizadas por Enrique Lacleta, con destino a un folleto turístico que se está preparando, vamos a publicar una serie de comentarios sobre este monumento, uno de los más destacados de nuestra ciudad, declarado Bien de Interés Cultural en 1983.




            En la actualidad, subsisten en nuestra ciudad dos comunidades de religiosas de vida contemplativa, la de franciscanas clarisas y esta de concepcionistas franciscanas. En ambos casos, sus conventos fueron levantados a las afueras de la población, junto a las dos puertas más importantes de la misma. El de clarisas, al exterior de la puerta de San Francisco y el de concepcionistas al otro lado de la puerta de Zaragoza o arco de la Carrera que, en la fotografía aparece al fondo, con el aspecto que ahora presenta, tras las reformas efectuadas a comienzos del siglo XX.



            Mientras que el convento de Santa Clara fue una obra propiciada por el concejo de Borja, el de la Concepción surgió por iniciativa de una dama natural de Mallén, Dª Inés Valeriana Ruiz de Razazol que, en 1619, había contraído matrimonio con el borjano D. Diego Nogués, estableciendo su residencia en nuestra ciudad, donde tuvieron tres hijos, dos de los cuales murieron muy jóvenes y el segundo profesó como religioso dominico. Al quedar viuda, decidió invertir toda su fortuna en la fundación de un convento que, en principio pensó levantar en Mallén y que, ante las dificultades encontradas, terminó estableciendo en Borja. Las primeras religiosas llegaron a la ciudad el 15 de septiembre de 1652, procedentes de Ágreda y a ellas se sumaron la propia fundadora y otras jóvenes borjanas.
            No fue hasta 1699, dos años antes del fallecimiento de Dª Inés, que había tomado el nombre de Sor Inés María de la Cruz, cuando se capituló la construcción de un nuevo edificio que no estuvo exenta de problemas.



            Durante mucho tiempo se ha venido afirmando que fue obra de uno de los más prestigiosos arquitectos aragoneses del momento, Felipe Busiñac y Borbón, a quien el 3 de junio de 1669 se encomendó la construcción de la iglesia y de una parte o “cuarto” del edificio. Sin embargo, desde que, en 1996, Ana Isabel Bruñén Ibáñez y María Begoña Senac Rubio, publicaron en el número X de Aragonia Sacra, un artículo dedicado a este convento, se sabe que la intervención de Busiñac fue muy limitada, pues surgieron fuertes discrepancias que paralizaron la obra, retomada en 1685 por Juan Gómez, al que en la documentación se le cita como “albañil, ciudadano de esta ciudad” que fue quien terminó la fábrica de la iglesia.



            En estos momentos, quedan pendientes de aclarar diversos aspectos de la construcción de todo este conjunto monumental. Sí se sabe que las dos portadas del templo fueron realizadas por otro albañil borjano, Juan Cristóbal menor. Era hijo de otro albañil del mismo nombre al que, en la documentación se le añade el apelativo de “mayor” que, el 11 de octubre de 1686, cuando se capituló la obra de estas dos puertas, ya había fallecido.




            A juzgar por las características de estas dos obras, la que se encuentra en la actual avenida de Cervantes y la que se abre al patio interior que da a la calle de la Concepción, Juan Cristóbal menor era un albañil de calidad y, sin duda, las mismas cualidades reunía Juan Gómez, por lo que es justo reconocerles el mérito que les corresponde en la ejecución del convento.




            Es probable que fueran, también, los responsables de la fachada principal del convento, aunque a la vista de la documentación, no podamos aseverarlo, por el momento.
          En próximos artículos hablaremos del Patrimonio Artístico de la iglesia conventual que reúne elementos de gran interés.






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