martes, 9 de abril de 2013

La capitulación de la guarnición francesa de Borja en 1812



            El pasado día 7, hablamos del término de la Guerra de la Independencia que se conmemora este año. Sin embargo, la presencia militar permanente de los franceses en nuestra ciudad se había producido anteriormente. El progresivo deterioro de la situación, a lo largo de 1812, la había reducido a las guarniciones de Alagón, La Almunia de Doña Godina, Mallén y Borja. 





La de Borja estaba integrada por 60 soldados del 10º Regimiento de Línea, mandados por el capitán Rouillac que ocupaban el cuartel de San Bartolomé (en la calle de Belén) y el convento de capuchinos, transformado en fuerte y rodeado por un foso.
Con objeto de reducirlas, el mariscal de campo D. José Joaquín Durán ordenó al coronel D. Domingo Murcia, que era el jefe de la artillería de la División, que avanzara hasta Borja con ese propósito, mientras el resto de la fuerza atacaba La Almunia.



El 13 de octubre de 1812 llegó a nuestra ciudad el coronel Murcia, con dos compañías de Infantería del Batallón de Numantinos, dos compañías de Artillería, un escuadrón de Caballería y una pieza del doce. Pudo hacerse con facilidad con el cuartel de San Bartolomé, donde se encontraba media docena de franceses, dirigiéndose seguidamente al fuerte de capuchinos.
 Allí, el capitán Rouillac se negó a rendirse, por lo que se abrió fuego con la pieza disponible, emplazada en el convento de la Concepción, pero ante la heroica defensa de los franceses, tuvieron que desistir de su empeño.
El día 16 de octubre, llegó a Borja el resto de la división española que se había retirado de La Almunia, tras fracasar en su intento de tomar el cuartel de esa población, defendido por 80 soldados italianos, al mando del capitán Musi.
Además de un elevado número de soldados, traían otras dos piezas de artillería, por lo que decidieron volver a atacar al fuerte de capuchinos. Tras situar las tres piezas en el citado convento de la Concepción, en cuyas tapias abrieron troneras, abrieron fuego, logrando abrir brecha en el fuerte, tras un intenso cañoneo.
Avanzó entonces la infantería, protegida por cestos de mimbre y 12 sacas de lana que tomaron del establecimiento de Antonia Caudevilla. Pero fueron incapaces de salvar el obstáculo que representaba el foso, bajo el intenso fuego que efectuaba la guarnición francesa que, en todo momento, mantuvo sus posiciones.



Ante el fracaso y las bajas que se estaban produciendo, el coronel Durán decidió construir unos puentes, utilizando la madera de los andamios de la casa de D. Atilano Ferrández (el actual palacio de Navascués) que se estaba construyendo en esos momentos, en la plaza del Mercado. En estos trabajos colaboraron los carpinteros borjanos Vicente Terrén y Narciso Foncillas, así como el herrero Miguel Castro que también tuvo que reparar las cureñas del tren de artillería.
En la tarde de ese día, 16 de octubre de 1812, ante la proximidad de los puentes que se habían preparado, el capitán Rouillac decidió capitular, ante la imposibilidad de resistir por más tiempo, frente a fuerzas tan numerosas. Toda la guarnición francesa fue llevada a Tarazona, ciudad a la que se dirigieron las fuerzas españolas. Se ponía fin, de esta forma, a la ocupación militar de nuestra ciudad.



Sin embargo, si Rouillac hubiera podido mantener sus posiciones un poco más, se hubiera salvado momentáneamente, ya que al amanecer del día 17 llegó una columna de socorro al mando del general Severoli, la misma que había logrado levantar el cerco al que estaba sometida la guarnición de La Almunia.



Con motivo del Centenario de la Guerra de Sucesión, el Centro de Estudios Borjanos colocó una lápida en el antiguo convento de capuchinos, recordando a los borjanos que defendieron esa posición, frente a las tropas austracistas. Ahora, queremos dedicar otra a los españoles que rindieron el fuerte en la Guerra de la Independencia y a los franceses que, creyéndose abandonados a su suerte, lo defendieron heroicamente.





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