viernes, 7 de febrero de 2014

Burzau y Boúrsada


            Entre las revistas que edita la Institución “Fernando el Católico” se encuentra Palaeohispanica, que está dedicada a las lenguas y culturas de la Hispania antigua. En el último número aparecido se incluyen las Actas del XI Coloquio Internacional de Lenguas y Culturas Prerrromanas de la Península Ibérica que se celebró en Valencia, en octubre de 2012. Está dedicado a la memoria del Prof. Jürgen Untermann (1928-2013) que, entre 1985 y 2004, fue el Presidente del Comité Internacional de estos coloquios y al que el Prof. D. Francisco Beltrán Lloris dedica un cariñoso recuerdo.
            Los que temas que se debaten en estas reuniones y los que encuentran acogida en las páginas de la revista pertenecen al ámbito de los especialistas y, por lo tanto, pudiera parecer que superan la capacidad de comprensión del conjunto que constituimos el resto de los mortales. Sin embargo, hay aspectos que han llegado a cobrar carta de naturaleza en nuestra vida cotidiana. Este es el caso, por ejemplo, de la transcripción del nombre de la antigua ciudad ibérica que estuvo ubicada en la actual Borja y que con la forma “Borsao” ha llegado a dar nombre a uno de los más afamados vinos de nuestra Denominación de Origen.
            Sin embargo, los especialistas han venido utilizando la forma Bursau, aunque con mayor precisión leen Burzau, de la misma manera que Turiasu es Turiazu. Como Burzau se le cita en dos de las comunicaciones presentadas al coloquio que estamos haciendo referencia.


            La primera de ellas es en la presentada por D. Xaverio Ballester con el título “Escolios a un topónimo prerromano implícito” en la que, entre otras cosas, se aborda el nombre que le atribuyó el geógrafo griego Claudio Ptolomeo (100-170 d. C.), Bursada o Boúrsada como aquí aparece. En su opinión, no se trataría de la transcripción griega del Burzau celtibérico, sino que el –ba final equivaldría al formante ibérico, común en otros topónimos, lo que nos llevaría a una posible iberización de topónimos anibéricos en la obra de Ptolomeo. Ello nos plantea a quienes carecemos de formación en estas materias a plantearnos dudas sobre la realidad del nombre aplicable a la antigua ciudad de la que procede la actual Borja.



            Otra de las comunicaciones presentadas al coloquio llevaba por título “Epigrafía monetal paleohispánica. Las leyendas secundarias”. Su autora Dª María José Estarán Tolosa, de la Universidad de Zaragoza, plantea el problema de la interpretación que corresponde a los rótulos secundarios que aparecen en las monedas celtibéricas, entre otras. Para algunas de ellas sugiere la posibilidad de que se trate de marcas de valor, aunque el significado de otras no aparece claro.

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