lunes, 13 de junio de 2016

El salto de la tía Duviges



            Poco antes de las siete de la tarde del pasado sábado día 11, los vecinos de Añón y muchos visitantes se fueron concentrando frente a la Casa Consistorial para participar en la recreación del “Salto de la tía Duviges”, una ceremonia que ya se ha convertido en habitual en los fines de Semana Cultural que, cada año, organiza la Asociación Cultural “La Fragua”, en colaboración con el Ayuntamiento de la localidad. 





            Amenizando el acto el grupo de gaiteros “Alan Folk” de Tarazona, mientras una burra hacia las delicias de los pequeños, deseosos de montar en ella. La presencia del animal, sobre el que en anteriores ocasiones vimos cabalgar a la tía Duviges, ahora cumplía un papel secundario.




            Poco después hizo su irrupción un personaje que dijo ser el poeta Gustavo Adolfo Bécquer quien, tras saludar cordialmente a muchos de los presentes, relató que se había desplazado expresamente desde el cercano monasterio de Veruela para participar en el acto. Con auténtica emoción dio cuenta de su encuentro con una bellísima añonera, de la que había quedado ciegamente enamorado, recitándole alguna de sus rimas, sin obtener otra respuesta que la pedrada que le lanzó la moza, ajena por completo a la profundidad de sus efusiones poéticas.



            La añonera, efectivamente, resultó de armas tomar como pudimos comprobar al verla llegar, cantando con entusiasmo, al ritmo del “Viva España” su particular himno alusivo al carácter de las mozas del lugar.





            Puesta en marcha la comitiva por las calles del municipio, de nuevo el poeta intentó captar la atención de su amada pero, en esta ocasión, no sólo volvió a encontrarse con su rechazo, sino que la añonera mostró su preferencia por un atractivo joven, porque “olía a oveja y a estiércol”, mesándole su recortada barba. Que el aludido fuera precisamente nuestro fotógrafo, el Dr. D. Miguel Ángel Pallarés, provocó el entusiasmo de los presentes que le felicitaron efusivamente, por ese justo reconocimiento a sus méritos personales.




            Junto al hermoso arco correspondiente a una de las puertas del recinto murado, Bécquer relató la historia de la tía Luviges. Fue una vecina de la localidad que se despeñó  desde lo alto del roquedal sobre el que se asienta el casco urbano hasta el fondo del valle, salvándose de un fatal desenlace al comportarse sus amplias faldas como un improvisado paracaídas. Recuperada del susto, decidió reanudar sus trabajos cotidianos y, dos días después, montó sobre su burra con una carga de leña, para ir a venderla a Tarazona, con tan mala fortuna que un inesperado movimiento del animal le hizo caer del mismo, falleciendo instantáneamente. La que había logrado sobrevivir de su salto desde las alturas fue a morir de manera inesperada, de resultas de un pequeño accidente, poniendo de manifiesto la futilidad de nuestra existencia y, como en las antiguas leyendas orientales, que nuestro encuentro con la muerte puede acontecernos en el momento más inesperado.





            Mientras los gaiteros hacían sonar sus instrumentos, la tía Luviges inició su salto hacia el abismo, entre la expectación de la concurrencia, que acogía con muestras de alegría el desplegar de sus faldas, dejando a la vista su ropa interior.




            Una vez en tierra, fueron muchos los niños que se acercaron a cumplimentarla, sin muestra alguna de temor, sino todo lo contrario, lo cual resultaba llamativo.



            En un lugar cercano esperaba paciente la burra, a lomos de la cual inició el regreso hasta el centro de la población, del que no tenemos imágenes, ya que nuestro reportero se distrajo, probablemente afectado por los requiebros recibidos de la bella añonera, poco antes.



            Lo que sí pudo fotografiar fueron los preparativos de la excelente merienda que, al término del acto fue ofrecida a los asistentes, en la plaza de España y cuya degustación compensaba sobradamente el desplazamiento a ese idílico lugar para contemplar el salto y la magnífica representación de las dos actrices turiasonenses que intervinieron en su desarrollo.

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