domingo, 29 de enero de 2017

Santoral del 29 de enero


San Constancio de Perugia (siglo II). Según la tradición fue el primer obispo de Perugia, elegido a temprana edad. Se distinguió en su dedicación a los pobres, siendo detenido durante la persecución de Antonino Pío o, más probablemente, durante la de Decio. En cualquier caso, los autores coinciden en señalar que su martirio tuvo lugar en Foligno. Es uno de los patrones de la ciudad cuya sede episcopal rigió.     

Santos Sarbelio y Bebaia (siglo III). Como ocurre con otros antiguos mártires orientales, no tenemos datos precisos sobre la vida de estos hermanos que, al parecer, murieron durante la persecución de Decio. Según la tradición Sarbelio era un sacerdote pagano que, junto con su hermana Bebaia, fue bautizado por el obispo San Barsimeo y ordenado presbítero. Detenidos junto con el obispo, fueron martirizados en la ciudad de Edesa.   




Santos Papías y Mauro (siglo III). Aunque su culto está atestiguado desde antiguo, tampoco son precisos los datos que existen sobre estos dos mártires que, según la tradición, eran soldados romanos que se convirtieron al presenciar la entereza de otros cristianos al ser torturados. Detenidos durante la persecución de Decio, murieron tras padecer diversos tormentos.



Santos Juventino y Maximino (siglo IV). Ambos eran soldados y pertenecían a una de las cohortes de la guardia imperial de Juliano el Apóstata. Durante la campaña emprendida por este emperador contra los persas, se manifestaron en contra de las medidas dictadas contra los cristianos y, conducidos ante Juliano se reafirmaron en su fe, siendo decapitados en la ciudad de Antioquía, hacia el año 362.      

San Valerio de Tréveris (siglo IV). Citado como segundo obispo de Tréveris, no se conocen datos de su vida, aunque en torno al mismo se creó la leyenda de que era uno de los 72 varones apostólicos que cita el evangelio de San Lucas, algo completamente imposible. 



San Afraates (siglo IV). De origen persa, se convirtió al Cristianismo visitando la cueva de Belén. Se estableció en la ciudad de Edesa, viviendo aislado en las afueras de la ciudad. Posteriormente, marchó a un monasterio de Antioquía de Siria, cerca de la actual ciudad de Mosul, donde adquirió fama de santidad. Autor de diversos tratados, fue un ardiente defensor de la ortodoxia frente a la herejía arriana. Considerado el padre la Iglesia de Siria, murió a mediados del siglo IV, dejando una importante colección de escritos.   



San Gildas el Sabio (siglo VI).  Nacido en una localidad ribereña del río Clyde (Gran Bretaña) a finales del siglo V, pertenecía a una familia noble y se educó en el monasterio de Llaniltud Fawr (Gales), siendo ordenado sacerdote en el año 518. Recorrió la isla predicando hasta que fue llamado a Irlanda para continuar la labor evangelizadora en aquellos territorios. Deseando vivir como eremita, pasó a Francia y se estableció en el pequeño islote de Houalt, frente a la costa de Bretaña, desde donde se difundió su fama de santidad, acudiendo numerosos discípulos, por lo que tuvo que fundar un monasterio en la península de Rhuys, frente a su refugio. Tras un nuevo viaje a Irlanda, falleció el 29 de enero de 570, en el monasterio que había fundado. Fue conocido con el apelativo de “el sabio”, por las obras que escribió.



San Sulpicio Severo (siglo VI). Su existencia está atestiguada por el elogio que del mismo escribió San Gregorio de Tours que lo conoció personalmente. Fue consagrado obispo de Bourges (Francia) el año 584 y, al año siguiente, asistió al concilio de Maçon. Él mismo convocó un sínodo algunos años después. El sobrenombre de Severo se le asignó mucho más tarde para distinguirlo de otro obispo posterior de esa sede que se llamaba Sulpicio Pío. Pero esa circunstancia ha hecho que se le confunda, con frecuencia, con el escritor Sulpicio Severo, del siglo V, e incluso su iconografía, con un libro parece ser fruto de esa misma confusión.         



Beata Villana de Bottis (siglo XIV). Nacida en Florencia, en 1332, era hija de Andrea di Messer Lapo delle Botti, un rico mercader de la ciudad. Siendo joven, contrajo matrimonio con Rosso di Piero di Stefano Benintendi, otro acaudalado joven que la introdujo en el ambiente mundano que, en aquellos momentos, se vivía en Florencia. Según la tradición, un día mientras se arreglaba para una fiesta tuvo una terrorífica visión a través del espejo y, tras pedir consejo a los dominicos del convento de  Santa María Novella, decidió cambiar de vida. Se hizo terciaria dominica y se entregó por completo a la oración y la penitencia, logrando convertir a su padre y a su esposo. Falleció el 29 de enero de 1360, antes de cumplir los 30 años, siendo expuesto su cuerpo a la veneración de los fieles durante varios días. Su culto fue confirmado por León XIII en 1824.



Beato Bronislaw Markiewicz (siglo XIX). Nacido en Pruchnik (Polonia) el 13 de julio de 1842, era hijo del alcalde de esa ciudad. Tras una crisis de fe, durante su adolescencia, al cumplir los 21 años ingresó en el seminario de Przemyśl, siendo ordenado sacerdote en 1867. Tras ejercer su ministerio pastoral en una parroquia y como vicario de la catedral de Przemyśl, cursó estudios en universidad de Juan y en la  Jagellónica de Cracovia. No llegó a graduarse, retornando a la diócesis como párroco, hasta que en 1885 viajó a Roma, donde conoció a San Juan Bosco, ingresando en su congregación. De vuelta a Polonia, fundó varias casas para acoger a niños abandonados. Al morir Don Bosco, se enfrentó a su sucesor, debido a la decisión de admitir en los colegios salesianos a hijos de familias acomodadas. Tras abandonar el Instituto Salesiano, decidió fundar una nueva congregación que, siguiendo el carisma inicial de San Juan Bosco, puso bajo la advocación de San Miguel. La oposición de su obispo le impidió llegar a conocer el reconocimiento de su obra, que ya había alcanzado gran difusión, dado que murió el 29 de enero de 1912. Sin embargo, el empeño personal del obispo de Cracovia, Adam Stephan Sapieha, hizo posible la erección canónica de la Congregación de San Miguel Arcángel en 1921, y un año después la de la rama femenina. Fue beatificado en 2005.



Beata Boleslava María Lament (siglo XX). Nacida en Łowicz (Polonia) el 3 de julio de 1862, en el seno de una familia de artesanos. Cursó los estudios de Magisterio y ejerció como maestra en Varsovia, donde ingresó en la Tercera Orden de San Francisco, organizando con otras compañeras refugios para personas sin techo.  Más tarde se estableció en Mogilev (Bielorrusia) donde fundó la congregación de Misioneras de la Sagrada Familia, dedicada a la educación de la juventud y la atención a los pobres. Residió también en San Petersburgo cuando su obra había experimentado ya una notable difusión. El desencadenamiento de la revolución rusa supuso un grave revés que soportó con entereza, al igual que la grave enfermedad que padeció en los últimos años de su vida, a consecuencia de la cual quedó paralítica. Falleció en Bialystok el 29 de enero de 1946, siendo beatificada por San Juan Pablo II en 1991.

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