Hoy celebra la Iglesia
la solemnidad de la Epifanía del Señor el
momento en el que el Niño Dios se manifiesta a toda la humanidad, personificada
en la figura de los magos de Oriente. La denominación de Reyes, el número de
tres y sus nombres no aparecen en los Evangelios. De hecho, su representación
fue evolucionando en el transcurso del tiempo, como puede comprobarse en esta
antigua tabla del retablo mayor de Santa María de Borja, en la que son tres
personajes que simbolizan las tres edades del hombre: anciano, maduro y joven.
El rey negro aparecería después, hasta configurar esa trilogía de Melchor,
Gaspar y Baltasar como los conocemos ahora.
Pero, junto a esta
solemnidad, en este día se conmemoran otros santos y beatos de los que dejamos
constancia:
Santa
Macra de Reims (siglo III). Mártir que, durante la
persecución de Diocleciano fue arrojada a una hoguera, de la que sobrevivió. Le
cortaron los pechos y la revolcaron sobre guijarros y ascuas encendidas, hasta
que falleció.
Santos
Julián y Basilisa (siglo IV). Eran un matrimonio de
Egipto que fueron obligados a casarse por sus padres, a pesar de lo cual ambos
decidieron mantener la virginidad durante toda su vida, fundando sendos
monasterios. Aunque su culto estuvo muy difundido desde la antigüedad, no se
conocen datos fiables sobre sus vidas. Al parecer Julián murió decapitado en
Antinoe durante la persecución de Diocleciano, siendo venerados ambos como
mártires. Entre otros lugares su devoción está también arraigada en la
provincia de Huesca.
San
Nilamón (siglo IV). Fue un anacoreta egipcio que llegó a
sellar su celda para vivir en completa reclusión. Elegido obispo por los fieles
obispo de Geris, rechazó con energía esta dignidad y cuando Teófilo, patriarca
de Alejandría, intentó convencerle, le pidió orar juntos en su celda para
conocer el deseo del Señor, muriendo mientras rezaba.
San
Melanio (siglo V). Nació en Placet (Bretaña, Francia) y fue
monje hasta que fue elegido obispo de Rennes. Intervino en el sínodo de Orleans
y destacó por su humildad y su fama de taumaturgo. Murió en el monasterio que
había fundado en Placet.
San
Félix de Nantes (siglo VI). Obispo de Nantes (Francia),
fue quien construyó la catedral desde donde llevó a cabo una gran labor
pastoral en toda la diócesis.
Beato
Federico de Saint-Vaast de Arrás (siglo XI). Hijo de
Godofredo el Barbudo, conde de Verdun, a la muerte de su hermano mayor, heredó
el condado paterno. Sin embargo, cedió todo su patrimonio al obispo de Verdun y
marchó a Palestina. Al regresar de su peregrinación decidió hacerse monje en la
abadía benedictina de Saint Vanne, de la que en 1005 fue elegido abad,
impulsando la reforma de varios monasterios.
San
Erminoldo de Sordi (siglo XII). Se educó desde niño en la
abadía benedictina de Hirschau o Hirsau, de la que fue elegido abad en 1106. En
el 1114, fue nombrado, por el obispo san Otón de Bamberg, prior de Prüfening,
cerca de Ratisbona, y en el 1117, primer abad. En el gobierno del monasterio, destacó
por su piedad y rigor que dio lugar a protestas de los monjes, uno de los
cuales, le causó la muerte, al golpearle con un tronco, por lo que está
considerado como mártir.
Beato
Macario el Escocés (siglo XII). Oriundo de Escocia fue un
monje benedictino que viajó a Alemania donde fue prior del monasterio de
Ratisbona y, posteriormente, primer abad del monasterio de Würzburg. Murió en 1153. Su culto se
popularizó tras el hallazgo de sus reliquias en 1614.
San
Andrés Corsini (siglo XIV). Nacido en Florencia en el
seno de la poderosa familia de los Corsini, estudió en las universidades de
París y Avignon y, tras llevar una vida disoluta, ingresó en la Orden del
Carmelo, de la que fue nombrado provincial en Florencia, en 1348. Dos años
después, fue elegido obispo de Fiesoloe, siendo consagrado a pesar de su resistencia
inicial. Desarrolló una gran actividad pastoral entre los más jóvenes y vivió
con gran austeridad, durmiendo sobre un lecho de sarmientos. Sirvió al Papa
Urbano VI en varias misiones diplomáticas.
San
Pedro Tomás (siglo XIV). Miembro de la Orden del
Carmelo, fue arzobispo de Creta y patriarca latino de Constantinopla. Desempeñó
diversas misiones diplomáticas por encargo del Papa y actuó como legado
pontificio en Oriente, intentando la reunificación de la iglesia ortodoxa y la
latina. Participó en la cruzada contra Alejandría del octubre de 1365, en la
que supuestamente fue herido por una flecha, muriendo meses después en
Famagusta (Chipre) a consecuencia de las lesiones, por lo que erea tenido por
mártir.
San
Juan de Ribera (siglo XVII). Hijo del duque de Alcalá,
cursó estudios en la universidad de Alcalá, siendo ordenado sacerdote. Con
apenas 30 años de edad fue consagrado obispo de Badajoz, distinguiéndose en la
lucha contra determinados focos de protestantismo. En 1568 fue nombrado arzobispo
de Valencia y patriarca de Antioquía, teniendo que hacer frente a los problemas
suscitados por los moriscos. Felipe III lo nombró en 1602 virrey de Valencia.
Autor de numerosas obras, fue el fundador del Real Colegio Seminario del Corpus
Christi que fue el núcleo desde donde se difundió la Contrarreforma. Fue un
gran devoto de la Eucaristía.
San
Carlos de Seze (siglo XVII). Nacido en Seze (Italia),
en una humilde familia, trabajaba en el campo cuando se vio acometido por un
grave peligro, prometiendo que si se salvaba, se haría religioso. Al ver pasar
a unos franciscanos, les pidió entrar en la orden, cosa que consiguió, tras
someterse a duras pruebas. Sirvió como hermano lego, desempeñando el oficio de
portero, repartiendo entre los pobres las limosnas que recibía el convento.
Santa
Rafaela María del Sagrado Corazón (siglo XX). Rafaela Porras
Ayllón nació el de 1850 en Pedro Abad, pueblo cordobés. Era hija del alcalde
Ildefonso Porras y de Rafaela Ayllón Castillo, y tenía once hermanos y una
hermana. En 1854 murió su padre en una epidemia de cólera. En 1869 murió su
madre, y en 1874 ella y su hermana Dolores se retiraron al convento de clarisas
de Córdoba para meditar sobre su vocación religiosa. Al año siguiente ingresó
en la congregación de las Hermanas de María Reparadora, donde tomó el nombre de
Rafaela María del Sagrado Corazón, pero cuando marcharon a Sevilla, las dos
hermanas decidieron permanecer en Córdoba, fundando el Instituto de Adoratrices
del Santísimo Sacramento e Hijas de María Inmaculada que, en 1887, se convirtió
en la Congregación de Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús. En 1893 marchó a
Roma, donde residió los últimos 30 años de su vida y donde falleció olvidada
por todos ya que llegó a ser considerada como una enferma mental.
Beata
Rita Amada de Jesús (siglo XX). Nacida en Casalmendinho (Portugal)
en 1848, su nombre de pila era Rita Lopes de Almeida. Desde niña se distinguió
por su piedad y a los 20 años manifestó su deseo de hacerse religiosa, a lo que
se opuso su padre. Nueve años después pudo ingresar en la Congregación de las
Hermanas de la Misericordia, sin lograr adaptarse, por lo que, con el
asesoramiento de su confesor, fundó el Instituto de Jesús, María y José,
orientado a la educación de niñas abandonadas. A pesar de las enormes
dificultades a las que tuvo que enfrentarse su obra se fue consolidando. En
1910, las autoridades confiscaron todas las propiedades del Instituto y la
Madre Rita, tuvo que refugiarse en una humilde casa de Ribafeita, donde
falleció el 6 de enero de 1913, tras haber enviado misioneras a Brasil. Fue
beatificada en 2006.
San Andrés Bessette (siglo XX). Nacido
en el seno de una humilde familia, perdió a su padre a los nueve años y poco
después a su madre. Trabajó en diversos oficios manuales y cuando tenía 20 años
emigró a los Estados Unidos, sirviendo en ranchos. En 1863, ingresó a la
Congregación de Santa Cruz en 1863 e hizo sus votos religiosos como hermano
lego en 1866. Tuvo diversas visiones entre las que destaca la de San José.
Destinado como portero en el colegio de Notre Dame de Montreal, trabajó
incansablemente para lograr edificar un santuario dedicado a San José, donde
ahora se veneran sus restos. Fue canonizado por Benedicto XVI en 2010.
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