martes, 28 de febrero de 2017

La espada de San Pablo, el convento de Santa Clara de Borja y Cuarto Milenio


         En el convento de Santa Clara de Borja se conserva una singular reliquia “de contacto”, cuya existencia fue dada a conocer por el Dr. D. Alberto Aguilera Hernández, en un artículo publicado el Boletín Informativo del Centro de Estudios Borjanos nº 131-132, en 2011.



         Se trata de una copia de la espada con la que, según la tradición, fue decapitado San Pablo, la cual se conservaba en el monasterio de monjas jerónimas de Santa María de la Sisla, al que había sido regalada por el cardenal Gil de Albornoz, que a su vez la había recibido del papa Urbano VI.




         Como es sabido, a partir de las reliquias originales, como la citada espada, se podían obtener otras “por contacto”, como es el caso de la de Borja que fue regalada a las clarisas de nuestra ciudad por el gran compositor borjano D. Ángel Chueca, organista de la catedral primada, dado que tenía una hermana, sor Josefa Chueca, en el citado convento. Así se hace constar en la parte posterior de la caja de madera que se elaboró aquí para conservarla:

“Las religiosas de San Pablo de Toledo tienen la esp\a/da que degollaron a San Pablo Apóstol. Las religiosas [h]acen a medida de aquellas otras espadas, las bendicen y las pasan por la misma, y las dan a las pe\r/sonas que las desean. Ésta se la dieron a mosen Angel Chueca, éste se la dio a su hermana sor Josefa, religiosa en este convento, la cedio con gusto a la comunidad y le mando hacer esta caja y la coloco en el coro. El Apostol San Pablo les ancance [sic] el Reyno de la Gloria, y la comunidad agradecida queda en obligacion de encomendarlos a Dios”.
     



         Precisamente, a D. Ángel Chueca hacíamos referencia ayer en la sección de efemérides, recordando su nacimiento en nuestra ciudad el 27 de febrero de 1839. La importancia de la reliquia de Santa Clara radica en el hecho de que no se conocen otras copias de estas características, dado que otra que se conservaba en el convento de las jerónimas de Madrid desapareció durante la guerra civil, al igual que la original de Toledo.

         Traemos hoy a nuestras páginas esta cuestión, dado que en el programa “Cuarto milenio”, emitido por la Cuatro, en la noche del pasado domingo, se trató extensamente sobre la espada de San Pablo, incluyendo un reportaje sobre la misma y siendo objeto de posterior debate, en el que participó un investigador que se atribuyó los méritos del “descubrimiento” y aludió a la copia de Borja, ofreciendo fotografías de la misma. Lo triste es que esas fotos eran las publicadas en nuestro Boletín, cosa que no se citó ni tampoco el trabajo del Dr. Aguilera. Por este motivo hemos querido reproducirlo aquí, con el texto completo, para que nuestros lectores puedan constatar que lo que se anunciaba como novedad ya había sido dado a conocer por nosotros, hace seis años.




Texto completo del artículo, sin las notas
Ninguno de los escritos neotestamentarios recoge la narración del martirio de San Pablo, aunque la tradición cristiana siempre ha sido unánime a la hora de señalar que éste fue por decapitación, contextualizando el suceso en la Roma de los últimos años del reinado del emperador Nerón.
Situándonos en la importancia del culto a los santos establecida por el Concilio de Trento frente a la Reforma protestante, debemos indicar que ésta tuvo una de sus manifestaciones más importantes en el afán por poseer reliquias, un fenómeno sumamente extendido en toda la Edad Moderna pero que fue languideciendo a lo largo del siglo XIX.
         Como no podía ser de otra forma, el convento de Santa Clara de Borja no se vio exento de esta conducta generalizada y, desde su fundación, en 1603, la configuración de una importante lipsanoteca fue una de sus mayores aspiraciones. Ciertamente, el grueso de tan preciada colección -una de las más importantes de nuestra Comarca- pertenece a los dos primeros siglos de su andadura histórica aunque, paradójicamente, durante la segunda mitad del siglo XIX se vio enriquecida con diferentes reliquias por contacto, algunas de ellas tan excepciones como un clavo de Cristo o la pieza que nos ocupa, la espada con la que San Pablo fue decapitado. 
         Según fija la tradición, la reliquia original   fue un regalo del papa Urbano VI al cardenal Gil de Albornoz, quien la llevó a Toledo.  Allí fue venerada en el convento de Santa María de la Sisla, aunque tras los decretos desamortizadores pasó al de San Pablo de las madres jerónimas , quienes se dedicaban a elaborar copias en madera de la misma que, posteriormente, se bendecían y pasaban por la espada original. 
         Una de estas reliquias ex contactu fue entregada por la comunidad jerónima al borjano don Ángel Chueca, organista de la catedral primada desde 1879. Éste, a su vez, la remitió a su hermana sor Josefa, organista del convento de Santa Clara,  quien no dudo en mandar guarnecerla en una caja de pino   realizada con tal finalidad y cederla a la comunidad, que contrajo la obligación de encomendar a ambos a Dios.
         En un principio, la espada de San Pablo se expuso en el coro alto, aunque probablemente, desde el primer tercio del pasado siglo, cambió su ubicación a la tribuna donde antes de localizaba el órgano.
         Lamentablemente, la reliquia original desapareció en 1936 durante la guerra civil española. Al parecer, el demandadero de las monjas, que terminó siendo fusilado, ocultó la espada para evitar su profanación, hallándose todavía en paradero desconocido a pesar de los múltiples intentos realizados por recuperarla. Uno de ellos, quizá el más importante, tuvo lugar en 1950 por deseo expreso de Francisco Franco, que tenía la intención de regalarla al papa Pío XII con ocasión del Año Santo.
         Hasta 1967 se desconocían las características de la reliquia. Afortunadamente, ese mismo año fue localizado en el Museo de Santa Cruz un dibujo en pergamino a tamaño natural de las dos caras de la espada junto con un texto explicativo, lo que sirvió para que pudiera ser reproducida en los talleres de la Fábrica Nacional de Armas. 
La empuñadura formaba una sola pieza con la hoja, teniendo 85 cm. de longitud y cinco de anchura máxima. Mientras que en una de las caras podía leerse “Neronis Cesaris mucro”, en la otra figuraba el epígrafe “Quo Paulus truncatus capite fuit”. 
Al parecer, a raíz del descubrimiento de este dibujo se hicieron tres copias. La primera fue entregada al Jefe del Estado en 1968 y la segunda al Cardenal Primado, en 1969. Una última reproducción se conserva actualmente en el Museo de Santa Cruz.
         Así pues, la reliquia por contacto conservada en Borja tiene una especial relevancia, especialmente mientras no sea hallada la original. Además, tampoco tenemos constancia de la existencia de otras copias, previas a 1936, salvo una en el convento de las jerónimas de Madrid, pero que también desapareció en ese aciago año

         Hasta aquí lo publicado por nosotros y, como en el anuncio, vean y comparen nuestros lectores. De lo que no cabe la menor duda es que los datos aportados en “Cuarto Milenio”, por lo que se refiere a Borja, no han podido tener otra procedencia que la del Boletín Informativo del Centro de Estudios Borjanos, alegrándonos mucho que hayan podido servir para la promoción de nuevos investigadores.


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