sábado, 25 de marzo de 2017

Efemérides del 25 de marzo


El 25 de marzo de 1487 tomó el hábito dominico en Salamanca fray Julián Garcés, un ilustre personaje cuyo lugar de nacimiento sigue siendo objeto de controversia. Munébrega lo considera hijo de esa localidad, porque allí nació su padre Ximén Garcés, algo que no se cuestiona. Sin embargo, desde hace mucho tiempo se ha apuntado la posibilidad de que Fray Julián naciera en Borja, en 1452. A esta hipótesis se suman los historiadores de la Orden de Predicadores basándose en el hecho, perfectamente documentado, de que, en el desaparecido convento de dominicos de Zaragoza, existía un retrato suyo en el que se hacía constar “El Ilmo. y Venerable Señor Dn. Fr. Julián Garcés, natural de Borja…”.




         Ese fue el motivo por el que el Centro de Estudios Borjanos y el Ateneo de Zaragoza, con ocasión del V Centenario del Descubrimiento, le recordaron con una lápida colocada en la fachada del antiguo convento de dominicos de Borja, con el que fray Julián no tuvo relación, ya que en su época no había sido fundado.
            En las biografías de fray Julián Garcés abundan las imprecisiones y los errores, no sólo circunscritos a su origen, sino al de su trayectoria como religioso. Así, por ejemplo, aunque todavía se afirma que profesó en el convento de Calatayud, el historiador de la Orden de Predicadores P. Tomás Echarte hace tiempo que documentó que el 25 de marzo de 1487 tomó el hábito en el convento de San Esteban de Salamanca. Aunque es cierto que “tomar el hábito” y “profesar” son dos cosas distintas, lo cierto es que se tiene constancia de su permanencia en esa ciudad castellana, en cuya universidad cursó estudios, siendo alumno de Antonio de Nebrija que tuvo del joven religioso un elevado concepto. Estas cualidades influyeron para que fuera enviado a la Sorbona de París, donde completó su formación.
            En 1497, pasó al convento de Zaragoza y, en 1504, obtuvo la cátedra de Filosofía Moral de la Universidad de Valencia. Al margen de su actividad académica, destacó como brillante orador, por lo que Carlos V lo nombró predicador real. También fue confesor del obispo de Burgos, D. Juan Rodríguez de Fonseca, que ocupaba el puesto de Presidente del Consejo de Indias. Ello fue determinante para que, el 6 de septiembre de 1519, el monarca lo presentara al Papa León X para ser nombrado obispo de la “isla Carolina”.
            Las circunstancias de la propuesta para esta sede que llegaría a ser la primera creada en el continente americano son muy curiosas. En 1517 había llegado la noticia del descubrimiento de la península del Yucatán, a la que se tomó por una isla. Cuando aún no se tenía conocimiento de la llegada de Cortés a México, se decidió crear allí un obispado, dando el nombre de “Carolense”, en honor al emperador. La rápida sucesión de los acontecimientos y la imprecisión a la hora de fijar los límites de esa sede, aconsejaron posponer esa decisión aunque fray Julián siguió siendo considerado el candidato ideal para desempeñar ese cometido en el lugar que, más tarde, se decidiera.
            Tuvieron que pasar ocho años para que, en 1527, el Papa Clemente VII erigiera la sede de Tlaxcala, honor con el que se quiso recompensar a sus habitantes por su lealtad en la conquista del imperio mexica. En esta ocasión, Carlos V volvió a proponer el nombre de fray Julián Garcés para ser el primer obispo, a pesar de que ya contaba con una edad muy avanzada para la época. El dominico tenía más de 70 años cuando embarcó con destino a su remoto obispado, del que tomó posesión el 9 de noviembre de 1529. Inicialmente, ubicó su catedral en el convento que los franciscanos tenían en la ciudad de Tlaxcala y, a pesar de su edad, comenzó a desarrollar una ingente labor. Muy pronto se percató de la conveniencia de fundar una nueva ciudad, poblada por españoles.

Según una bonita leyenda, fray Julián tuvo un sueño en las vísperas de San Miguel, en el que se veía caminando en busca del lugar más adecuado para su propósito, hasta llegar a un hermoso valle, regado por tres ríos, que era iluminado por una brillante luz y sobre el que descendían los ángeles.  Al despertar, mandó buscar el paraje soñado que fue identificado con el valle de Cuetlaxcuapan. Allí comenzó a construirse la ciudad de La Puebla de los Ángeles, que cruzan los ríos Almoloya, Alseseca y Atoyac, donde terminó siendo trasladada la sede del obispado en 1539 y confirmada el 6 de junio de 1543.



En su nueva sede, fray Julián Garcés continuó desarrollando una ingente labor: Comenzó la construcción de la catedral, a la que colocó bajo la advocación de la Inmaculada Concepción de María; fundó el convento de dominicos el hospital de Perote y seis capellanía.  Pero ha pasado a la Historia por ser el autor de la carta que, en 1533, envió al Papa Paulo III, defendiendo los derechos de los indios. Fue un documento fundamental que influyó en el ánimo del Pontífice para que, cuatro años después, promulgara la bula Sublimis Deus, considerada la Carta Magna de los derechos de los indígenas. Por todo ello, es considerado como uno de los más grandes obispos de México y su recuerdo ha permanecido vivo hasta nuestros días. Falleció el 7 de diciembre de 1542, como consecuencia de unas fiebres palúdicas, siendo enterrado inicialmente en el convento que había fundado. Sin embargo, el 20 de abril de 1649, siendo obispo de Puebla de los Ángeles el Beato Juan de Palafox, sus restos fueron trasladados a la actual catedral que había terminado de construir, donde reunió a los de todos sus predecesores en esa sede.



El 25 de marzo de 1581 fue bautizado en la parroquia de San Bartolomé de Borja D. Juan de Aguilar Jordán. Era hijo de D. Jaime de Aguilar y de Dª Ana Jordán, pertenecientes a dos ilustres familias de la ciudad. Cursó los estudios de Derecho y ejerció la profesión de abogado en la Cámara del Consejo del Justicia de Aragón D. Martín Batista de Lanuza.



         El 25 de marzo de 1708 nació en Tabuenca sor Inés María Cuartero Sancho nace en Tabuenca. Perteneciente a una antigua familia de la localidad,  quedó huérfana a los cuatro años, haciéndose cargo de su educación dos ilustres hijos de la misma villa que, además, eran parientes suyos: D. José Millán Lumbreras y D. Francisco Cuartero. El 17 de mayo de 1722, con tan solo 14 años de edad, ingresó en el convento de capuchinas de Ntra. Sra. de los Ángeles de Zaragoza, donde hizo la profesión solemne tres años después. Muy pronto destacó por su formación y, tras ocupar diversos cargos, fue elegida abadesa en 1744, pero el arzobispo no concedió la preceptiva licencia por no haber alcanzado la edad de 40 años. Tres años después volvió a ser elegida y, en este caso, a pesar de que aún le faltaban seis meses para cumplirlos, le fue otorgada la dispensa, siendo reelegida en 1750. Pero su nombre está unido a la fundación del convento de Gea de Albarracín, una iniciativa del obispo D. Juan Francisco Navarro y Gilabert, el cual solicitó al arzobispo de Zaragoza el envío de un grupo de religiosas para su puesta en marcha. Al frente de ellas marchó Sor Inés María que llegó a Gea el 29 de octubre de 1756, tras ocho días de viaje, siendo alojadas en la propia residencia del prelado hasta que pudieron ocupar el nuevo monasterio.Fue abadesa del mismo hasta que, en 1773, presentó su renuncia, haciendo uso del privilegio que, como fundadora, tenía de retornar a su convento de procedencia. Sin embargo, continuó como Vicaria en el de Gea, hasta que el 2 de febrero de 1776 sufrió un accidente cerebro-vascular agudo cuando se encontraba en el coro. Pudo superar la crisis, pero la enfermedad le dejó algunas secuelas, tanto físicas como psíquicas que afectaron a su carácter durante la última etapa de su vida. Sufría mucho ante el temor de no ser digna de la salvación, recurriendo a la mortificación y a su especial devoción a la Virgen, para la que compuso algunas obras poéticas. Las molestias físicas se fueron acrecentando, pero murió en paz, rodeada por toda la comunidad el 14 de febrero de 1778, tras 56 años de vida consagrada, siendo enterrada en el panteón del convento.



         El 25 de marzo de 1810 contrajo matrimonio en Mallén el entonces comandante del Tercer Cuerpo del Ejército francés Antoine-Louis Eugène Weyler, con Dª María de los Ángeles de Navas, perteneciente a una ilustre familia de la villa, donde tenían dos importantes palacios. Antoine había nacido en París el 19 de marzo de 1787 y tomó parte en la campaña de España como Teniente de Caballería y, posteriormente, como Comandante habilitado de la 4ª compañía del 11º batallón del tren de aprovisionamiento del citado cuerpo de Ejército, con el que llegó a Mallén, donde se enamoró de la joven, conocida familiarmente como “Mariquita Navas” y logró casarse, a pesar de la oposición de sus padres. Al final de la guerra marcharon a Francia, donde en 1814, siendo Guardia de Corps de Luis XVIII, solicitó autorización para unir al apellido Weyler el de Navas. La decisión respondía al contencioso mantenido respecto a la dote de su esposa. Fue creado “barón de Weyler de Navas” y continuó su carrera militar como miembro de la Intendencia del Ejército, llegando a ser Sub-intendente de la Casa Militar de Carlos X, donde le tocó vivir los difíciles momentos de su abdicación y del cambio de régimen. Destacó por su honradez y su fidelidad al monarca, al que acompañó hasta Cherbourg, camino del exilio, donde el rey le ordenó proceder al licenciamiento de las tropas leales. Falleció el 2 de junio de 1850 y, merced a su decisión, aún se mantiene entre la nobleza francesa ese apellido de Mallén. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario