martes, 8 de agosto de 2017

Anuncio anticipado de un acontecimiento astronómico


         D. Juan Manuel Serrano Lacaba nos ha llamado la atención sobre un acontecimiento astronómico que tendrá lugar el 12 de agosto de 2026. Se trata de un eclipse solar total que en Borja será visible a las 18:30 de ese día y durará un minuto. Se da la circunstancia de que dicho eclipse solo se podrá observan en Islandia y en una parte de España, por lo que es previsible que nuestra comarca se convierta en centro de interés para astrónomos de todo el mundo, como ya ocurriera con el eclipse del 18 de julio de 1860, al que luego nos referiremos, por la trascendencia que tuvo.




         Como es sabido, un eclipse solar es el fenómeno que se produce cuando la Luna oculta, total o parcialmente, el Sol en determinados lugares de la Tierra, lo cual sólo ocurre cuando Sol y Luna se encuentran en conjunción, con esta última en fase de Luna nueva. Aunque los eclipses parciales son relativamente frecuentes, los totales son más raros y llamativos por el oscurecimiento a que dan lugar durante un breve lapso de tiempo.



         El eclipse de 1860 tuvo especial repercusión en España, debido a que se limitó a una franja de la península que discurría entre Bilbao y Valencia, despertando enorme interés en los medios científicos de todo el mundo que prepararon expediciones para desplazarse a observarlo en nuestro país. Sobre el mismo hay publicados diversos artículos, entre los que destaca el del Prof. D. Jesús Ildefonso Díaz de la Universidad Complutense que hace referencia a las expediciones, procedentes de Rusia, Suecia, Prusia, Baviera, Estados alemanes, Italia, Suiza, Inglaterra, Francia y Portugal, que vinieron a observarlo. Especialmente importante fue la expedición inglesa que llegó a Bilbao y Santander, a bordo del HMS Himalaya, con numeroso material científico.
         No menos importante fue el papel desempeñado por la Real Academia de Ciencias, que el citado autor se encarga de reivindicar, la cual publicó una Instrucción sobre el eclipse de sol, con la suficiente antelación.



         Mientras buena parte de los científicos extranjeros se ubicaron en diversos lugares de la zona afectada por el eclipse, la Academia y el Real Observatorio de Madrid organizaron dos expediciones, una de las cuales tuvo como destino el Moncayo, por considerar que era uno de los mejores lugares para la observación del fenómeno.



         La expedición al Moncayo estuvo dirigida por D. Eduardo Novella y Contreras (1818-1865), Primer Astrónomo del Observatorio de Madrid que, posteriormente, publicó un informe con una relación detallada de lo acaecido en el transcurso de la misma.
         Con el viajaron, por Tudela y Tarazona, el ayudante Tomás Ariño, el auxiliar Luis Muñoz, así como el sargento Espínola y dos soldados artilleros que la Comisión de Estadística General del Reino puso a su disposición. A ellos se les unieron el Catedrático de Química de la Universidad Central D. Manuel Sáenz Díaz; D. Valero Causada y Labastida, Catedrático de Física de la Universidad de Zaragoza; D. Constantino de Ardanaz y Undabarrena, entonces Ingeniero Jefe de Caminos y Diputado a Cortes y más tarde Ministro de Hacienda; y el alumno de la Escuela de Caminos D. Celestino Olózaga, probablemente hijo del ilustre político D. Salustiano de Olózaga.

         Posteriormente llegaron los astrónomos franceses Mon. Jean Chacornac y Mon. León Foucault (que ha pasado a la historia por el experimento con el péndulo que lleva su nombre), ambos del Observatorio de París; Mon. Nicolas Auguste Tissot, de la Escuela Politécnica de París y Mon. Urbain Le Verrier Director del Observatorio de París. Con ellos viajaron Karl  Christian Bruhns, Director del Observatorio de Leipzig; el coronel suizo Emile Etienne Alfred Gautier que llegó a ser Director del Observatorio de Ginebra, así como el comerciante de Leipzig Mr. Auerbach.



         Efectuada la distribución de tareas entre todos los que iban a participar en los trabajos, D. Eduardo Novella se trasladó al Santuario de la Virgen del Moncayo, donde inicialmente había previsto situar el centro de observación. Sin embargo, al reconocer el lugar consideró más oportuno intentar establecerlo en la cima del monte, subiendo al mismo, tras una penosa marcha. Comoquiera que era preciso llevar hasta allí el material científico se dirigió a los ayuntamientos de la zona para que enviaran hombres con el fin de construir una senda que llegara hasta la cumbre.



         Fueron gentes de Añón, Lituénigo, San Martín y Tarazona los que asumieron ese trabajo, trazando la senda que se sigue utilizando en la actualidad y que tiene su origen en ese hecho histórico.  Por otra parte, el sargento y los soldados se encargaron de construir una caseta o refugio, con techo de madera, para albergar los instrumentos.

         Sin embargo, cuando todo estaba dispuesto, las fuertes rachas de viento destruyeron el tejado, por lo que D. Eduardo Novella decidió situar el puesto de observación en la explanada situada frente al Santuario, aunque si las circunstancias lo permitían no descartó ascender a la cumbre por la senda recién trazada.



         Pero, en la mañana de 16 de julio, hubo una gran tormenta en la zona y, al amanecer del 18, la cumbre del Moncayo amaneció cubierta de niebla, por lo que, ante el riesgo de no poder contemplar el eclipse, una parte de la comisión bajo al llano, donde afortunadamente el cielo estaba despejado y en una elevación próxima a Tarazona se pudieron realizar los trabajo. Los que habían quedado en el monte también pudieran verlo al levantase le niebla y, posteriormente, permanecieron en la zona varios días para realizar las necesarias observaciones para situar geográficamente los puntos de observación.
         Esta es la narración de lo ocurrido aquí, durante aquel eclipse que fue el primero en el que se fotografiaron las protuberancias solares. Las primeras imágenes de un eclipse total se tomaron en el de 1842, cuando la fotografía estaba  en sus inicios.

         Aunque todavía faltan nueve años para el nuevo eclipse, la comunicación de Juan Manuel nos ha servido para recordar al de 1860 y anunciar un acontecimiento que suscitará, probablemente, el mismo interés.

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